Pesadilla antes de Halloween

Lily O'brian comenzó a despertarse con los primeros rayos de sol de la mañana. Miró debajo de las sabanas y vio que estaba desnuda en una cama que no era la suya. A los pies de la cama estaba Zack con el mando de la Play en las manos, desnudo también.
Lily se levantó y fue a gatas hasta llegar a su espalda. Comenzó a besarle hasta llegar al cuello hasta que hizo un gesto de escalofrío que le provocó una sonrisa.
Dejó el mando y se dio la vuelta mientras ella se tumbaba hacia atrás. Él se colocó encima de ella e hizo lo mismo sobre su cuello mientras ella le rodeaba la espalda con sus piernas hasta que notó que su pene rozaba con suavidad su clítoris. Los dos se miraron con sorpresa.
-¿Quieres un segundo round?-. Preguntó Zack mientras acariciaba con una mano su pecho.
-Mientras sea igual de duro que anoche, te dejo que me destroces-. Insinuaba Lily mientras se mordía el labio inferior.
Sus manos se entrelazaron a la vez que él se lo introducía muy lentamente hasta llegar al fondo de ella. Un gemido cruzó la habitación hasta que Zack le puso la mano en la boca y la embestía cada vez más fuerte. Al cabo de un rato, la mano que le tapaba la boca comenzó a sangrar un poco por el mordisco de Lily mientras se agarraba con las dos manos a las sabanas y se estremecía de placer a la vez que Zack le cubría de semen hasta el punto de salirse todo el líquido de entre sus piernas.
No eran conscientes de lo tarde que se les había hecho. Se vistieron corriendo y Lily salió por la ventana esperando a que Zack bajara de su habitación evitando a sus padres.

Las clases en el instituto durante la semana de Halloween no eran nada interesantes. Los profesores no pasaban lista y los alumnos podían saltarse las clases sin autorización para realizar actividades de la fiesta de las calabazas. A pesar de ello, Zack iba rugiendo con su moto para impresionar a Lily. Ella, un poco asustada, se agarraba a su tripa con las dos manos. Nadie había en la entrada del instituto, lo cual era un alivio para los dos si querían llevar todo esto en secreto.
En la taquilla de Lily le esperaba Alexia que los miraba con sonrisa pícara. Zack siguió caminando lanzándole un saludo rápido y subiendo las escaleras.
-Bueno, ¿me lo cuentas?-. Preguntaba Alexia con los brazos en cruz y apoyada en la taquilla.
-Anoche perdimos la virginidad y madre mía, parecía todo un experto. Y esta mañana me he corrido.
-Coño, a mi Abraham no hizo que me corriera-. Alexia se incorporó y se acercó más a Lily.
- ¿Te has tirado a Abraham?-. Preguntó Lily estupefacta.
-Sí, anoche en el parking del Pop's.
-¡Serás zorra! Así que nos estábais espiando. Ya podía estar llamándote toda la noche.
-¿Qué más te da? Al final todo salió como quería-. Decía mientras se reía por lo bajo. -Aunque creo que a mí también me estaban espiando. Veía desde el coche de Abraham como unas luces anaranjadas por el bosque que se movían constantemente alrededor del Pop's.
-¿Abraham se llevó el coche de su padre? Como se entere se le va a caer el pelo. Solo tiene 17 años.

La mañana en el instituto pasó sin que Lily y Zack se encontraran de manera fortuita por los pasillos salvo cuando los dos coincidían en los vestuarios o en el baño. Era la oportunidad perfecta para cumplir la fantasía de cada uno de hacerlo en el instituto con el uniforme de gimnasia.

Esa tarde, se podía ver por las calles de Thermopolis a los vecinos decorar sus casas ultimando los detalles que faltaban para la noche de brujas: calaveras, telarañas, ataúdes, etc.
Mientras, el cielo iba cogiendo un tono rojizo que combinaba muy bien con el naranja de las hojas de los árboles y dibujaba una estampa otoñal en toda la ciudad mientras el sol se ponía por las montañas del parque de Yellowstone.

Las dos parejas habían quedado en casa de Alexia para ultimar los detalles de sus disfraces.
En la habitación, todavía podía verse que la cama estaba deshecha y la Play encendida con un juego de terror en pause.
-La cama sin hacer. Que sorpresa-. Dijo Alexia mirando con media sonrisa a Lily.
-Habría que ver como ha quedado la parte de atrás del coche de Abraham-. Insinuó Lily.
-¿Se lo has contado?-. Se sonrojó Abraham.
-Bueno ya, anoche todos lo hicimos. Vamos a liarnos con los disfraces que no llegamos-. Dijo Zack mientras sacaba de una bolsa vieja su disfraz.
-¿Y por qué no nos ponemos una calabaza en la cabeza? He visto a mucha gente por el pueblo que las lleva y quedan guay-. Dijo Abraham.
-Ni muerta me pongo una calabaza en la cabeza. Todavía me huelen las manos de estar recogiendolas todos estos días, para que ahora me huela la cara y el pelo. Te dejo que te la pongas tú si así te tapas esa cara que tienes-. Dijo con mofa Lily.
-Una cosa es segura, las caras nos las tapamos para que no nos reconozcan. Si este va a ser nuestro último Halloween disfrazados, que no se convierta en el que perdemos nuestra popularidad antes de ir a la universidad-. Dijo Zack mientras se probaba el disfraz.
-Tío, si estás tan preocupado por eso. ¿Para qué te has apuntado a venir con nosotros? ¿No será que adoras disfrazarte?-. Le reprochó Alexia
-Pues sí, igual que tú, bonita-. Contestó con retintín Zack.
Pasaban de las once cuando terminaron todos los disfraces. El jueves, el instituto solo abriría para seguir con los preparativos de la fiesta así que la mayoría de los alumnos se habían ido al Pop's o a beber en la entrada. Lily y los demás estaban cansados de estar toda la tarde cosiendo y cortando telas por lo que optaron por quedarse en casa de Zack aprovechando que sus padres pasarían todo el puente fuera de casa. Pidieron unas pizzas mientras que Zack y Lily jugaban a la Play y Alexia y Abraham veían una peli de miedo en el salón.

Esa noche, el local de Pop's se encontraba saturado de gente que entraba y salía para cenar o simplemente para ir al baño a mear o vomitar. Jessica y sus amigas animadoras tenían la mejor reservada por los jugadores de fútbol que constantemente sed dedicaban a invitarlas a alcohol. No del Pop's sino del que ellos habían comprado en la licorería con un carnet falso.
Jennifer ya le había echado el ojo al nuevo capitán de los Bobcats, pero esa noche, con un par de tragos a la petaca que llevaba, se encontraba con ganas de decirle lo que le apetecía hacer.
Al poco de terminar su cena, los dos se fueron en el coche de él de camino a la colina.
De Jennifer siempre se había dicho que era la más guarra del instituto y que ligar con ella era fácil si tenías coche. Lo cierto es que ella estaba muy nerviosa y, mientras él se tiraba directo a su cuello, ella miraba con recelo entre los árboles por si aparecía alguien. Tenía miedo que alguien le estuviera espiando, pues se había labrado muchos enemigos y ahora parecía sentirse indefensa. Lo cierto es que no se escuchaba ni un ruido, ni de animales ni de insectos.
Lo único que consiguió vislumbrar fue unas luces naranjas que se movían por el bosque.
-No te preocupes, aquí vienen muchas parejas a liarse. Seguramente será otro coche-. Dijo el capitán para tranquilizarla mientras le ponía la mano en el culo.
Jennifer se puso encima de él sin quitarse la falda pero con las bragas bajadas mientras que a él, el pantalón le llegaba por los tobillos.
Ella se dedicó a cabalgar sobre él durante un buen rato con los ojos cerrados de placer sin darse cuenta que algo había caído sobre su cabeza y la asfixiaba.
El capitán llegó a correrse mientras apretaba los ojos y respiraba fuerte hasta que abrió los ojos y contempló que la cabeza de Jennifer era una calabaza que se había pegado a ella y le miraba fijamente mientras que de sus agujeros solo salía una luz intensa como de fuego que le hacía más terrorífica.
Un grito ensordecedor cruzó el bosque hasta que se apagó entre jadeos. La alegría se había convertido en terror no solo para él sino, muy pronto, para todo el pueblo.